La Cruz es destino
“Con este signo vencerás”
Comenzó orando en el huerto y su
pasión cruzó todos los tiempos. En el credo apostólico confesamos que Jesús
descendió a los infiernos y ahí, nos explica Santo Tomás de Aquino en su
catequesis, vence al demonio en su propia casa y libra a los santos que se
encontraban en el infierno, pues “antes del advenimiento de Cristo, todos,
incluso los santos padres, bajaban al infierno luego de su muerte”. Como marca
la posición de la Cruz, esta abarca la amplitud de los puntos cardinales. Nos
abraza, nos salva del infierno y nos conduce al cielo.
La pasión de Nuestro Señor tiene
su punto más alto en la Cruz. Fue una jornada larga de sufrimiento que no tuvo
descanso. Comenzó de noche y al medio día llegó a su punto más alto en el Calvario.
Su recorrido termina ahí, con los brazos extendidos, soportando no solo el
dolor del cuerpo, sino los pecados del mundo. El tránsito de la pasión termina
ahí, con el último aliento encomendando el espíritu al Padre. Ahí es donde nos
señala nuestro destino, el camino por el que podemos llegar a Cristo:
“Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame.”
Lc 9,23.
El modo de ser como Jesús es amar nuestra cruz, no
solo soportarla sino hacer de ella nuestro timón. Estamos marcados por la Cruz
y la historia de la humanidad hace presencia de ello. Ser en el mundo, es
llevar la Cruz a cuestas, sumergirnos en este misterio tal como lo hizo Él, de
manera humilde, paciente y valiente, siendo su única prenda la voluntad del
Padre por la que todo se ama y todo se ofrece.
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