jueves, 19 de febrero de 2015




El silencio de la Cruz

El silencio de la Cruz dispone el alma. Es el silencio de María al pié del madero, la brisa suave después de la tormenta desde la que nos habla Nuestro Señor. Es el motivo que acalla al mundo, al ruido de la desesperanza, la violencia, la voracidad del hombre. La sangre del cordero hace silencio. Debemos verlo con los brazos abiertos para comprender que su silencio es acogimiento y no reserva. No es un silencio que se cierra en sí mismo. Es un silencio con la verdad del mundo, con la promesa de un nuevo reino gobernado por la entrega hasta la muerte, vencida esta por el Cristo silente. Es silencio de victoria, que lleva la voluntad del Padre hasta las últimas consecuencias. Es altar que nos eleva a todos, con una petición con nuestro nombre clavado en el corazón para oídos de todos.

La Cruz es el silencio del enamorado, la flor del hombre por el hombre que se cierra a medio día para iluminar la noche. Es el vacío de la voz de quien lo ha dicho todo y lo ha dado todo, transformándose en nuevo canto. Es el tiempo de cada tiempo, de toda historia. Es luz de nuestros corazones que nunca conocieron el amor hasta este momento.

Es el argumento más contundente, la mirada más clara que da todas las razones sin las cuales el mundo desfallecía en desamparo. La plenitud de los tiempos nos regresa al silencio de Dios, a su misterio.


“Te adornamos oh Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi pecador.”

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