El silencio de la Cruz
El silencio de la Cruz dispone el
alma. Es el silencio de María al pié del madero, la brisa suave después de la
tormenta desde la que nos habla Nuestro Señor. Es el motivo que acalla al
mundo, al ruido de la desesperanza, la violencia, la voracidad del hombre. La
sangre del cordero hace silencio. Debemos verlo con los brazos abiertos para comprender
que su silencio es acogimiento y no reserva. No es un silencio que se cierra en
sí mismo. Es un silencio con la verdad del mundo, con la promesa de un nuevo
reino gobernado por la entrega hasta la muerte, vencida esta por el Cristo
silente. Es silencio de victoria, que lleva la voluntad del Padre hasta las
últimas consecuencias. Es altar que nos eleva a todos, con una petición con nuestro
nombre clavado en el corazón para oídos de todos.
La Cruz es el silencio del
enamorado, la flor del hombre por el hombre que se cierra a medio día para
iluminar la noche. Es el vacío de la voz de quien lo ha dicho todo y lo ha dado
todo, transformándose en nuevo canto. Es el tiempo de cada tiempo, de toda
historia. Es luz de nuestros corazones que nunca conocieron el amor hasta este
momento.
Es el argumento más contundente,
la mirada más clara que da todas las razones sin las cuales el mundo
desfallecía en desamparo. La plenitud de los tiempos nos regresa al silencio de
Dios, a su misterio.
“Te adornamos oh Cristo y te
bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi pecador.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario